domingo, 10 de enero de 2016

¿QUÉ ORIGINA LA AVARICIA CAPITALISTA?

Recuerdo que le platiqué a Érika mi teoría sobre el capitalismo, sobre la avaricia capitalista. Le comenté que el dinero es Proteo (Borges dixit), por esta facilidad que tiene para transmutarse en otra cosa: escribió el cuentista argentino que el dinero puede ser un concierto de Brahms, puede ser una partida de ajedrez. Lo que el escritor argentino nos quiso decir es que el dinero puede transmutarse por algo que le produzca placer, pero yo no estoy tan de acuerdo, pues la codicia consiste en acumular capitales, en aumentar el patrimonio como un fin en sí mismo, justo por ello la avaricia capitalista no reporta ningún placer, ahorrar y ahorrar cada vez más dinero, acaparar riquezas a destajo, como hacen los avaros (como adoctrinaba Benjamin Franklin), no produce ningún placer, antes bien, cuanto más dinero acumula el avaro, tanto más se angustia de perderlo. 

Todos hemos leído o visto esas comedias deliciosas sobre los avaros que han escrito geniales dramaturgos como Plauto y Moliere, en esas obras podemos disfrutar de una farsa esperpéntica que representa al avaro y su miedo de perder su dinero (que no es sino un disfraz del miedo a la muerte). Esos avaros mueven a risa porque la acumulación de dinero y más dinero sólo le provoca conflictos sin fin, manías, obsesiones y paranoias que le impiden disfrutar de un solo penique de los que ha ahorrado con tesón y con mucho esfuerzo. La realidad no está muy alejada de esas comedias geniales sobre los avaros.

Yo considero que la acumulación de riquezas (ya sea dinero, tierra, esclavos; en el Imperio egipcio se acumulaba sal, se pagaba con sal, de donde viene la palabra latina salarium: salario); no es sino una forma de enmascarar el miedo a la muerte, pues el avaro asocia el dinero que ha acumulado, la fortuna que ha amasado, con el tiempo que le queda por vivir. Pues el dinero sobre todo se utiliza para transmutarlo por el alimento que necesitamos para vivir. A mi modo de ver las cosas, para el avaro la bancarrota es una metáfora de la muerte (y no sólo una metáfora: recordemos cuánta gente se suicidó a raíz del crack de la bolsa de Nueva York en el año de 1929).

La gente que sólo piensa en el dinero, esa gente cuya vida gira en torno al dinero, a la acumulación de capital, no sabe que esa avaricia capitalista no es sino un apego temeroso hacia la vida, es un impulso ciego, estólido e insaciable de mitigar el miedo a la muerte. Cuanto más dinero tiene una persona, tanto más seguridad cree tener, tanto más poder cree detentar (el poder no es sino miedo a la muerte), esa persona cree que el dinero le proporciona una especie de protección ante la muerte, esa persona asocia el dinero con una especie de inmortalidad absurda, justo por ello el avaro se angustia cuando pierde el dinero, porque cree que está perdiendo parte de su vida, cree que las monedas sórdidas y mezquinas que se escapan de sus manos son segundos de su vida que se van disipando. 

Yo tuve a un paciente muy avaro que tenía más miedo a la ruina que a la muerte, así se engañaba a sí mismo. Tan absurda es la condición humana, que durante nuestra terapia el paciente se enteró de que le quedaban pocos meses de vida (no más de seis), el paciente tan rácano me confesó que se sintió aliviado cuando supo que sólo le quedaban seis meses de vida, pues tenía suficiente dinero para vivir. Somos tan aberrantes los seres humanos, nos engañamos tanto a nosotros mismos, que llegamos a considerar que el dinero es más importante que la vida misma. A nadie sorprende que un ser humano esté dispuesto a arriesgar su vida con tal de conseguir una buena cantidad de dinero.

La avaricia capitalista es una de las trampas más tozudas, más ladinas y más esperpénticas que ha creado la conciencia para mitigar el miedo a la muerte.

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