Este miedo y repudio hacia la muerte
genera el malestar adolescente que la misma conciencia reprime de forma preconsciente para protegerse de la
angustia; por tanto, es del todo evidente que se trata de un resentimiento
neurótico, patológico. La pregunta es contra quién está resentido el hombre, la
respuesta es muy sencilla: contra sí mismo. El hombre alberga e incuba un
resentimiento larvado contra sí mismo, contra sus padres (que lo condenaron a
muerte de la forma más autoritaria
posible), el hombre alberga este resentimiento tan neurótico contra sus dioses
(bien que lo saben los cristianos, que se regodean crucificando todos los días
a su dios). Es tan virulento este resentimiento contra todos y
contra sí mismo, que la conciencia debe reprimir dicho resentimiento agazapado,
a fin de que no se transmute en violencia, a fin de no matar a nuestros padres,
a fin de no matarnos a nosotros mismos, justo por ello dicho resentimiento se
acumula y se incrementa a pesar de la acción represora de la conciencia, generando
una neurosis obsesiva que no obstante necesita desahogarse, busca ciegamente en
quién descargarse, necesita desfogarse ya sea como rabia, cólera o violencia
pura y dura; para evadir la acción represora de la conciencia este
resentimiento tan cáustico se disfraza con muchas máscaras, a fin de engañar a
esa conciencia que lo reprime (algo parecido ocurre en la neurosis de
transferencia del psicoanálisis). La mente se engaña a sí misma de una forma
absolutamente desquiciante.
Yo he estudiado detenidamente a esta
conciencia, he analizado cómo actúa en los pacientes neuróticos que he tenido,
y ya he elaborado toda una teoría sobre la conciencia de la muerte. He concluido
que la conciencia tiene tres grandes estructuras psíquicas: el superego, el
infraego y el protoego. El primero es muy parecido al superyó del
psicoanálisis, pero con algunos matices muy importantes. El superego que yo he
analizado comporta las represiones morales, éticas, sociales (amén de los
sentimientos de culpa), de esa conciencia que no tolera lo que ella misma ha
engendrado de forma preconsciente: el malestar contra la vida misma por miedo a
la muerte, justo por ello lo reprime, para protegerse de la angustia que se
originaría al tener conciencia de ese malestar; amén de que reprime al instinto
sexual, porque es el origen de esa vida que produce tanto malestar.
La segunda
gran estructura psíquica es el infraego, es la parte inconsciente y
preconsciente que genera la misma conciencia (yo llamo al
infraego como el sótano en el que debemos guardar todo aquello que nos
avergüenza, todo aquello que es peligroso, todos aquellos secretos
inconfesables que son tan perturbadores que nos pueden incitar al suicidio). El
infraego comporta los complejos y mecanismos que son engendrados por la misma
conciencia, de forma preconsciente, en aras de esconder y reprimir una realidad
a la que no se puede enfrentar, convirtiendo el resentimiento en una neurosis obsesiva
compulsiva, en algunos casos, o en una neurosis histérica fóbica (la fobia más
común es la aversión hacia las pulsiones sexuales, la erotofobia).
La tercera gran estructura psíquica es
el protoego, que consta de los mecanismos que la conciencia crea para mitigar
el miedo a la muerte. Este protoego está formado por una gran parte consciente,
pero también tiene una porción inconsciente. Los mecanismos absurdos del
protoego son, por ejemplo, la memoria, la solidaridad, el amor al prójimo.
Estos son creados por la conciencia para mitigar el miedo a la muerte.
Así pues, la conciencia está formada por
el superego (las represiones morales); el infraego, que alberga al
resentimiento neurótico engendrado por esta misma conciencia, amén de las
pulsiones autodestructivas; y el protoego, que comporta los mecanismos
aberrantes creados por la conciencia para paliar el miedo a la muerte. Hete
aquí lo que conocemos como conciencia. Una caja de sorpresas a cuál más
estrambótica.
Resumiendo: la conciencia genera este
malestar contra sí misma, contra la vida, un malestar que debe reprimir de
forma preconsciente, pues es demasiado inquietante, es absolutamente
intolerable, pues podría ocasionar el suicidio. Es tan fuerte y tan virulento
este malestar que debe ser reprimido, debe permanecer inconsciente para
protegerse de la angustia y desazón edípicas. Todos los mecanismos,
formaciones, complejos y reacciones de la represión inconsciente de ese
resentimiento neurótico es lo que hemos llamado infraego. Mi labor,
precisamente, es lograr que el paciente haga consciente lo que su misma
conciencia hizo inconsciente por medio de la represión. El resentimiento
patológico retorna de lo reprimido como síntomas neuróticos que hay que
descubrir y analizar.
Fragmento de EL ÁNGEL EXTERMINADOR.
Fragmento de EL ÁNGEL EXTERMINADOR.
No hay comentarios:
Publicar un comentario