domingo, 27 de diciembre de 2015

¿QUÉ ES LA CONCIENCIA?

Este miedo y repudio hacia la muerte genera el malestar adolescente que la misma conciencia reprime de forma preconsciente para protegerse de la angustia; por tanto, es del todo evidente que se trata de un resentimiento neurótico, patológico. La pregunta es contra quién está resentido el hombre, la respuesta es muy sencilla: contra sí mismo. El hombre alberga e incuba un resentimiento larvado contra sí mismo, contra sus padres (que lo condenaron a muerte de la forma más autoritaria posible), el hombre alberga este resentimiento tan neurótico contra sus dioses (bien que lo saben los cristianos, que se regodean crucificando todos los días a su dios). Es tan virulento este resentimiento contra todos y contra sí mismo, que la conciencia debe reprimir dicho resentimiento agazapado, a fin de que no se transmute en violencia, a fin de no matar a nuestros padres, a fin de no matarnos a nosotros mismos, justo por ello dicho resentimiento se acumula y se incrementa a pesar de la acción represora de la conciencia, generando una neurosis obsesiva que no obstante necesita desahogarse, busca ciegamente en quién descargarse, necesita desfogarse ya sea como rabia, cólera o violencia pura y dura; para evadir la acción represora de la conciencia este resentimiento tan cáustico se disfraza con muchas máscaras, a fin de engañar a esa conciencia que lo reprime (algo parecido ocurre en la neurosis de transferencia del psicoanálisis). La mente se engaña a sí misma de una forma absolutamente desquiciante.


Yo he estudiado detenidamente a esta conciencia, he analizado cómo actúa en los pacientes neuróticos que he tenido, y ya he elaborado toda una teoría sobre la conciencia de la muerte. He concluido que la conciencia tiene tres grandes estructuras psíquicas: el superego, el infraego y el protoego. El primero es muy parecido al superyó del psicoanálisis, pero con algunos matices muy importantes. El superego que yo he analizado comporta las represiones morales, éticas, sociales (amén de los sentimientos de culpa), de esa conciencia que no tolera lo que ella misma ha engendrado de forma preconsciente: el malestar contra la vida misma por miedo a la muerte, justo por ello lo reprime, para protegerse de la angustia que se originaría al tener conciencia de ese malestar; amén de que reprime al instinto sexual, porque es el origen de esa vida que produce tanto malestar. 

La segunda gran estructura psíquica es el infraego, es la parte inconsciente y preconsciente que genera la misma conciencia (yo llamo al infraego como el sótano en el que debemos guardar todo aquello que nos avergüenza, todo aquello que es peligroso, todos aquellos secretos inconfesables que son tan perturbadores que nos pueden incitar al suicidio). El infraego comporta los complejos y mecanismos que son engendrados por la misma conciencia, de forma preconsciente, en aras de esconder y reprimir una realidad a la que no se puede enfrentar, convirtiendo el resentimiento en una neurosis obsesiva compulsiva, en algunos casos, o en una neurosis histérica fóbica (la fobia más común es la aversión hacia las pulsiones sexuales, la erotofobia).

La tercera gran estructura psíquica es el protoego, que consta de los mecanismos que la conciencia crea para mitigar el miedo a la muerte. Este protoego está formado por una gran parte consciente, pero también tiene una porción inconsciente. Los mecanismos absurdos del protoego son, por ejemplo, la memoria, la solidaridad, el amor al prójimo. Estos son creados por la conciencia para mitigar el miedo a la muerte.

Así pues, la conciencia está formada por el superego (las represiones morales); el infraego, que alberga al resentimiento neurótico engendrado por esta misma conciencia, amén de las pulsiones autodestructivas; y el protoego, que comporta los mecanismos aberrantes creados por la conciencia para paliar el miedo a la muerte. Hete aquí lo que conocemos como conciencia. Una caja de sorpresas a cuál más estrambótica.

Resumiendo: la conciencia genera este malestar contra sí misma, contra la vida, un malestar que debe reprimir de forma preconsciente, pues es demasiado inquietante, es absolutamente intolerable, pues podría ocasionar el suicidio. Es tan fuerte y tan virulento este malestar que debe ser reprimido, debe permanecer inconsciente para protegerse de la angustia y desazón edípicas. Todos los mecanismos, formaciones, complejos y reacciones de la represión inconsciente de ese resentimiento neurótico es lo que hemos llamado infraego. Mi labor, precisamente, es lograr que el paciente haga consciente lo que su misma conciencia hizo inconsciente por medio de la represión. El resentimiento patológico retorna de lo reprimido como síntomas neuróticos que hay que descubrir y analizar.

Fragmento de EL ÁNGEL EXTERMINADOR.


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